Monday 9 February 2009

Tras la Afrenta de Corpes

Horas después, Elvira, que yacía sobre las rojas hojas otoñales, abría el ojo izquierdo, por dónde le entraba un rayo de sol. Estaba amaneciendo. Intentó incorporarse, sin pensar en los brazos llenos de heridas que tenía por taparse la cabeza. Una vez sentada, se frotó los ojos para ver mejor, y pudo observar, horrorizada, el cuerpo, cubierto por buitres de su hermana. Los apartó y miró a Sol. Estaba muerta, tenía una ensangrentada y enorme brecha en la cabeza. Elvira, por unos segundos se quedó inmóvil, contemplándola, pero al recordar lo que había sucedido, sus sentimientos de tristeza se volvieron de odio. Y juró que mataría a aquellos que acabaron con su hermana. Que pagarían por lo que habían hecho. Se puso en pie, y tapándose, se vistió con lo que quedaba de sus ropas. Cubrió a Sol con los restos de su capa y la intentó coger en brazos, pero pesaba demasiado, la tendría que llevar a rastras. Le daba mucha pena no poder dar mejor trato al cuerpo de su hermana, pero no iba a dejarla ahí, le daría un funeral decente, la incinerarían propiamente, y rodeada de la gente que la quería. Ató la capa con trozos de ropa, y comenzó a buscar una salida. Pensó que sería imposible, no tenía pista alguna de en que parte se encontraban. Así que empezó a buscar pistas de por donde se habían marchado los infantes de Carrión. Creía recordar que cuándo las llevaron hasta allí fueron a caballo, así que volverían también cabalgando. Eso quiere decir que si no las habían borrado, las huellas seguirían allí. Empezó a buscar las pisadas desesperadamente, hasta encontrar bajo las hojas un camino, que ahora que lo pensaba no era seguro que la llevara a la salida, pero sí a los hermanos. Pero, ¿y si estaban solos y la mataban definitivamente? Era mejor esconderse de ellos primero, y una vez en el pueblo, con gente, y sobretodo su padre, hablar. Aún así, seguiría las huellas. Cogió a su hermana por la capucha de la capa y comenzó a seguir las huellas. Llevaba andando todo el día, cuándo, de repente, escuchó a hombres hablar. Dejó con cuidado a su hermana en el suelo y fue de puntillas escondiéndose a mirar quiénes eran. Había dos hombres, estaban sentados, dándole la espalda. Intentó acercarse sigilosamente, pero el crujido de las hojas bajo sus pies la delató. Se tiró al suelo bocabajo para que no la vieran, pero uno de los hombres se le acercó. Ella sólo podía verle los pies… Y una espada. Le pareció reconocerla, sí, era la Tizona. No podía ser, intentó reflexionar, su padre se la había dado a los infantes. Entonces escuchó una voz que le decía: “Hola Elvira”. Y la espada penetró en su interior, mientras ella le decía: “Pagarás por esto…”.

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Photos by Tamakisono & JamesDale10 (flickr)