Tuesday 2 March 2010

Primavera con una Esquina Rota

El ejercicio propuesto a los alumnos del año 10 era crear un capítulo para este libro, introduciendo el punto de vista de personaje nuevo. Este es uno de ellos.
Al final encontareis un video en el que Mario Benedetti recita alguno de sus poemas. Espero que os guste

Hoy llegó un nuevo compañero. Le llamo compañero, aunque todavía ni lo conozco, por no llamarle “preso”. No me gusta esa palabra. Así que llegó un nuevo compañero, hoy por la tarde, alrededor de las ocho. Su nombre es Santiago. Y le metieron conmigo en mi habitación. Habitación, por no decir “celda”. Tampoco me gusta esa palabra. Así que estamos los dos en la misma habitación. Y todavía no hemos hablado. Espero que nos llevemos bien. En fin, tengo que apagar la luz ya, dieron el toque de queda. Seguiré mañana.


Santiago ha resultado ser una gran persona. Estuvimos conversando largo rato por la mañana, ya que los dos padecemos un extraño insomnio y nos despertamos demasiado temprano. Es otro compañero de armas, y eso me hizo sentir mejor y peor a la vez. Mejor, porque tendremos más cosas en común, y porque ahora sí que es un compañero de verdad. Peor, por sentirme mejor. ¿Quién se siente mejor al saber que han encarcelado a un compañero?


Ha pasado una semana desde que llegó Santiago. Al principio, parecía un tipo alegre y amistoso, y extrovertido, pero debe haberle llegado el golpe. A todos les llega tarde o temprano el golpe. El golpe psicológico de procesar que te han extirpado la libertad sin anestesia, que te han amputado, que estás preso, vaya. Que no eres un ser humano al completo. Y que estás solo. Aunque hay muchos más presos en la cárcel, en el fondo estás solo. Así que a Santiago le ha llegado el golpe. Espero que se le pase pronto, y que no le afecte demasiado. Parecía un buen tipo.


Ha tardado más de lo que yo esperaba. Ha pasado un mes. Por fin, ayer por la noche, me habló. Me habló de su primo. No me enteré mucho, porque tenía sueño y también porque no se expresaba muy bien, el pobre. Creo que el primo se llamaba Emilio. No me dijo mucho más. Sólo que se llevaban muy bien de pequeños. De las historias en concreto, no me acuerdo. Lo importante es que por fin ha hablado, ha salido del pozo. Eso está bien. Lo que no entiendo es por qué ha hablado de su primo. La mayoría habla de su familia cercana, como su mujer, hijos o padres, o de su tierra natal, o algo por el estilo. Pero ésta es la primera vez que oigo a alguien hablar de su primo. Y llevo tres años aquí, vaya. Que no son pocos.


Hoy se han llevado a Santiago a la sala de interrogatorios. Pobre chaval. Todavía no ha vuelto, y son las nueve de la noche. Se lo llevaron hace cinco horas. La verdad es que estoy preocupado. Tengo que apagar. Mañana sigo.


No pude escribir hasta ahora porque algún cretino me escondió el diario. Hace tres meses que no escribo. Creo saber quién ha sido, porque a ése maldito carcelero suplente nunca le caí simpático, como él a mí tampoco. No tengo pruebas, pero ni falta que hacen. Tiene que haber sido él. Santiago está mejor. Habla más. Me cuenta sus interrogatorios. No es que sea muy agradable escucharlos, pero parece que al chaval le ayuda el desahogarse. Y por lo que cuenta, todavía no ha soltado palabra.

Hoy vino mi abogado. Me recordó que me falta poco. Como si hiciese falta recordármelo. Sólo espero que no cambien de opinión. Por favor, que no cambien de opinión. Santiago hoy me habló de su familia, por fin. Me habló de Graciela, de Beatriz y del “Viejo”, que es como él llama a Rafael, su padre. Les echa de menos. Pobre. Prácticamente un año, que se dice pronto pero es mucho y a la vez no es nada cuando no se sabe hasta cuándo se va a estar cargando con esta horrible minusvalía. Prácticamente un año.


En Libertad no se celebra el año nuevo. Y como encuentre al cretino de mierda que bautizó la cárcel, se va a acordar de la madre que le parió, el gracioso. Tenía que desahogarme. Era necesario. Santiago y yo hicimos una pequeña fiesta en la habitación, que consistió en comer un mendrugo de pan y dos frutas que robamos de la cocina ayer. Menos mal que no nos pillaron. Sólo faltaba eso.


Tras un mes de ausencia, vuelvo a escribir por dos razones. La primera es que volvió mi abogado ayer. La cosa marcha. Le pedí, sin embargo, que no me diese fechas. No quiero saberlas. Creo que es peor. Si sabes el día exacto, no haces otra cosa más que pensar en él, te abstrae, te consume, es horrible. No quiero saberlo. Me basta con saber que me voy. Que no es poco, vaya, después de cuatro años. La segunda razón por la que escribo es porque Santiago hoy me habló de manchas. Sí, de manchas. En la pared. Pobre chaval. Ya me parecía a mí que estaba demasiado bien para que durase…


Tenía que escribir hoy. Me arriesgo a que me sancionen por ignorar el toque de queda, pero tenía que escribir. Hoy descubrí un agujero en el suelo de la celda. Digo, habitación. Es minúsculo, pero suficiente para que quepa un papel por él. Y creo que tengo una idea… No tengo miedo de que lean esto, aunque supondría un cambio de la habitación y un castigo, probablemente. Desde que me robaron el diario, lo guardo a buen recaudo en un sitio secreto.


Le revelé a Santiago el agujero hoy. Estaba eufórico. Adivinó mi plan mucho antes de que yo se lo contase. Es listo, el chaval.


Hoy puse en marcha mi plan. Hablé con Manuel. Estaba de acuerdo. Gran tipo, Manuel. Quedamos en que mañana por la mañana le daríamos las cartas. La mía y la de Santiago, por supuesto. Espero que funcione.


Hace una semana que le dimos las cartas a Manuel por el agujero de la celda, digo habitación, y todavía no hay respuesta. Espero que no le hayan pillado, Aunque no creo que nos delate. Es un gran tipo, Manuel.


Recibimos las respuestas del modo habitual ayer por la tarde. Pero pillaron a Manuel. Lo sé porque hoy no estaba en el comedor. Lo deben haber metido en algún otro sitio de retención, o algo así, pobre hombre. Me siento culpable. Ojala pudiera ayudarle. Sólo espero que no le hagan daño. Ya sé que no nos va a delatar. Es un gran tipo, no haría eso.


Hace dos meses que no escribo. Mañana me voy. Me voy. Por fin me voy. Intento no parecer demasiado alegre, pero no puedo evitarlo. Mañana me voy. Lo único por lo que estoy triste es por Santiago. Él se queda. Pero yo me voy. Me voy.

JMA 10Z

Si queréis leer más poemas o alguna otra novela, en la biblioteca tenemos varias.